El nacimiento del Guadalquivir y el extraño disenso de los expertos.

Confieso que me gustaría que el Guadalquivir naciera en Almería. No por qué tenga nada contra Jaén, que es un lugar donde trabajo y quiero; sino por qué políticamente me resulta muy atractivo el hecho de que la geografía desmienta a la corona de Castilla y podamos ver a nuestro gran río uniendo, Andalucía desde el oriente al occidente. Podría de esta forma dcir que Andalucía es algo más que una patria; es un río. Que delicia poder ser de una nación que nace en Almería y muere en Cádiz. Ser no de nuestra tierra, sino de nuestra agua.
Pero para este sueño húmedo no tengo razones sino motivos. No tengo pruebas sino deseos. Ningún argumento empírico me respalda. Y los únicos motivos que me impulsan son mis propios deseos. Total un círculo estéticamente virtuoso pero científicamente vicioso. Y no tengo argumentos, ni pruebas no por qué estas no existan sino por qué yo , en mi ignorancia sobre la materia, las desconozco. Al fin y al cabo el nacimiento del Guadalquivir no es un asunto ni estético, ni ético, ni político sino científico y como tal debe ser abordado y discutido.
La ciencia de esto expertos provoca una convergencia epistemológica en virtud del lugar desde donde se realicen los análisis. Veras tú que al final el hallazgo científico no va a ser geográfico sino metodológico, a saber: la existencia de dos epistemes diferenciadas en las universidades de Jaén y de Almería. Que ciencia será esa que produce análisis tan homogéneos en virtud de quien sea el organismo al que están adscritos los investigadores.
Decía Kant que todo individuo en el que siempre coincidan sus principios morales y sus intereses era sospechoso de no tener moral. De igual manera todo científico al que sus tesis coincidan siempre con sus intereses (o con los intereses de quien le paga) es también sospechoso de no tener ni tesis, ni ciencia sino opiniones e intereses. El espectáculo que están dando las dos universidades, del cual me siendo en parte responsable,, es deplorable y suponen un daño al prestigio y la credibilidad de la ciencia . La ética científica es una ética que debe tener un compromiso básico con la verdad, que se asienta en criterios de validez universal e indisponible.
La ciencia es incompatible con el nacionalismo (y no digamos con el localismo) cognitivo o moral. ¿Pero es esta polémica un caso sólo de localismo estúpido? Creo que no, más bien pienso que se trata de una expresión nueva de competencia de mercado entre dos empresas -universidad por el control de una mercancía de marca ( “nacimiento del Guadalquivir)- Yo no se donde nace el Guadalquivir, si se donde a mi me gustaría que naciera,, ya lo he dicho. Pero esto ahora no es lo más importante, sino la entrada de la universidad en el mercado de las opiniones deliberadamente infundadas, en el show mediático del agonismo tan programado como irracional. ¿Será este uno de los modelos de acercamiento entre universidad v mercado que propone Bolonia?.
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